“¿Quieres saber lo que es tu ser? Desconecta. Retírate a tu interior. Tú solo aprenderás lo que es esencial para ti…”.
La autoexploración es una búsqueda constante en la práctica creativa de Henri Michaux, que seguirá durante toda su vida. Gran parte de esta indagación se centró en encontrar formas de establecer conexión con su subconsciente, tratando de liberarse del dominio que uno mismo ejerce sobre sí y experimentando de este modo con la creatividad artística que esta introspección puede desencadenar.
Con esa finalidad, Michaux experimentó con diversas técnicas, como la meditación o los ensueños dirigidos, que le permitieron alcanzar estados alterados de conciencia. También llevo a cabo un consumo puntual y controlado de sustancias como la mescalina, en colaboración con profesionales del ámbito de la psiquiatría entre los que destacó el doctor Julián de Ajuriaguerra, con quien entabla amistad en París en la década de los cincuenta. Los Dibujos mescalínicos que puede verse en la sala 307, realizados entre 1955 y 1959–60, tienen un carácter abstracto y son un ejemplo de las obras creadas como resultado de su experiencia con esas sustancias. Michaux no pintaba bajo la influencia directa de su consumo, pues la velocidad y el dinamismo de las visiones que le provocaba dificultaban esa labor. Sin embargo, sí era capaz de tomar algunas notas que solo el entendía; y solía pintar posteriormente, cuando los efectos eran ya mínimos o habían pasado, a partir del recuerdo de la experiencia y como testimonio de la misma.