En los años sesenta, tras sus tempranas investigaciones en torno al tema del espacio en la pintura, Lygia Clark creó su innovadora serie titulada Bichos, objetos geométricos realizados a partir de planos de metal articulados por bisagras que el espectador podía manipular otorgándoles infinidad de formas. Los Bichos de Clark ganaron el premio a la Mejor Escultura Nacional en la Bienal de São Paulo de 1961.
La radical proposición de Clark de incluir al espectador en la obra de arte se convirtió en elemento esencial de su proceso creativo, y situó a la artista como verdadera pionera de la escena Brasileña. El objeto artístico empieza entonces a dejar de ser objeto para convertirse en mediador, transmisor de experiencias y sensaciones. Así, es el propio espectador o visitante de un museo quien, al manipularlo, percibe su energía directamente.