NEOIMPRESIONISMO
Los neoimpresionistas entraron en escena como grupo en 1886, en la octava (y última) Exposición Impresionista de París, encabezados por Georges Seurat; aquel mismo año, Félix Fénéon, crítico y defensor de estos artistas, acuñó el término “Neoimpresionismo” en una reseña. Cuando Seurat falleció prematuramente, Paul Signac le sucedió como líder y teórico del movimiento. Durante algunos años, también se unieron a los principales artistas del Neoimpresionismo —Henri-Edmond Cross, Maximilien Luce, Seurat y Signac— Camille Pissarro, que había sido anteriormente impresionista, y otros autores con intereses similares procedentes de países cercanos, como el pintor belga Théo van Rysselberghe.
A la hora de crear efectos ópticos en sus lienzos puntillistas, estos vanguardistas pintores se inspiraron en las teorías del color y la percepción, y en los métodos ópticos y cromáticos desarrollados por científicos de la época, como el químico francés Michel-Eugène Chevreul y el físico estadounidense Ogden Rood. Esta moderna y revolucionaria técnica pictórica se basaba en la yuxtaposición de pinceladas de pigmento, que conseguía generar la apariencia de un solo tono de gran intensidad. La combinación de colores complementarios y formas delicadas permitió a los neoimpresionistas crear composiciones formalmente unificadas. La representación del efecto que la luz ejercía sobre el color al refractarse sobre el agua, al filtrarse en determinadas condiciones atmosféricas o al reverberar y propagarse por los campos fue una preocupación constante en su trabajo.
La mayoría de los neoimpresionistas compartían la ideología política de izquierdas, como puede observarse, por ejemplo, en la manera en que Pissarro y Luce retrataron a las clases trabajadoras. Las visiones idealizadas del anarcosocialismo y del anarcocomunismo también se plasmaron en las escenas utópicas que los neoimpresionistas representaban frecuentemente en sus trabajos, y que solían aunar contenido ideológico y teoría técnica. Pero incluso cuando no les guiaba un objetivo político, las brillantes interpretaciones que los neoimpresionistas hacían de la ciudad, las zonas de extrarradio, el mar o el campo reflejan lugares llenos de armonía.