Aquí tengo todo lo que necesito
“Hay algo que me hace pensar que la ubicación no importa. Me encanta ver a personas que viven plena y felizmente en las áreas rurales, que están orgullosa del lugar donde habitan o que regresan porque tienen un hogar al que volver: verlas me da algunas pistas sobre lo realmente bueno de la vida”.
Yoshitomo Nara
Nara se trasladó a Colonia en 1994, cuando su obra ya se mostraba en numerosas muestras individuales y colectivas por toda Europa. En 1995 expuso por primera vez en EE. UU. Gracias a la venta de sus obras, pudo ganarse la vida y dedicarse en cuerpo y alma a su producción artística, si bien en 2000, tras vivir doce años en Alemania y estando su estudio de Colonia condenado a la demolición, consideró que su estancia en el extranjero había llegado a su fin y decidió regresar a Japón.
A los 29 años había abandonado la seguridad de su país natal en busca de una vida alternativa y de algo “auténtico”. De vuelta en Tokio, pensó en sus experiencias y en lo que había aprendido en el tiempo que pasó fuera, y lo aplicó al desarrollo de su particular lenguaje artístico. Continuó utilizando plástico reforzado con fibra (FRP), con el que llevaba trabajando desde mediados de la década de 1990, combinando pintura y escultura, y se inspiró en el arte y las técnicas tradicionales europeas. Sus creaciones en forma de disco recuerdan a los tondos renacentistas que, con su fondo simplificado, centran la atención en los protagonistas. El entorno indefinido de estas composiciones sedujo al artista, al liberar a sus personajes de cualquier tiempo o lugar conocidos.
Nara se implicó en la que sería su mayor exposición hasta la fecha, inaugurada en el Museo de Arte de Yokohama en agosto de 2001: fue su primera muestra individual en un museo japonés, que después viajaría a otras cinco sedes de Japón, incluida la Yoshii Brick Brew House de Hirosaki, su ciudad natal. Así, Nara no tardó en convertirse en uno de los artistas más destacados y conocidos del país, y pudo reencontrarse con las tradiciones y comunidades japonesas.
El 11 de marzo de 2011, Japón sufrió una concatenación de catástrofes: el Gran Terremoto de Japón Oriental, el consiguiente tsunami y el accidente nuclear de la central de Fukushima Daiichi, conocido en Japón como “3.11”. Inmediatamente después de la tragedia, la producción artística de Nara —con fuertes lazos con la región nororiental de Japón, donde había crecido— se ralentizó mientras asimilaba la magnitud de las pérdidas, la destrucción y el dolor de los afectados. Nara supo que tenía que replantearse su papel como artista y decidió dirigirse a la región de Tohoku, la más afectada por el terremoto. Impartió entonces un taller en un centro de evacuación de Fukushima, donde montó un estudio fotográfico improvisado, creando nuevos recuerdos para quienes lo habían perdido todo.