APARICIONES Y "FANTASMISMO"
SALA 305
Experimentador y viajero inagotable, Michaux accedió a la pintura gracias a las obras de Paul Klee y Max Ernst, con las que tuvo su primer contacto a principios de los años veinte. Las herramientas del escritor, tinta y papel, fueron sus primeros recursos en la aventura pictórica, aunque pronto desarrollaría técnicas que hoy son características de su trabajo, como la témpera sobre fondo negro y el frottage; en su período más tardío, trabajó el óleo y el acrílico. También utilizaría singularmente la acuarela y la tinta sobre múltiples tipos de papel. Estas técnicas tenían el rasgo común de la fluidez y la propensión al accidente y el desbordamiento, deseables para un artista que siempre buscó la intervención del azar en su trabajo como una forma de colaboración con fuerzas desconocidas. Siguiendo ese mismo impulso, y con espíritu ascético y sistemático, Michaux se acercó a las sustancias alucinógenas para observar el comportamiento de la consciencia en condiciones experimentales; de este modo, llevaría los principios de su pintura a la percepción misma. La pintura es, para Michaux, ese otro lado del que el artista traza un mapa infinito.
Michaux pintó siempre, según sus propias palabras, “para sorprenderse”. Nunca creyó en resultados predefinidos, más bien buscó provocar acontecimientos indefinibles en el material, haciendo emerger figuras, signos y paisajes ambiguos e inesperados.
En una célebre declaración sobre “el fenómeno de la pintura”, a la vez que renegaba de toda filiación o corriente, confesaba que el único movimiento al que podría adscribirse sería el fantasmismo: un arte de espectros y apariciones. Así, a lo largo de toda su obra surgen seres indefinidos y en ella abundan especialmente los retratos imaginarios. Incidiendo en este género clásico, esta sala ofrece una amplia selección de obras en las que los personajes de Michaux acuden al encuentro con el artista y el espectador desde la profundidad infinita del papel.