209. Historia del arte

Jungwirth se inspira de manera reiterada en un amplio conjunto de pintores de la historia del arte. Sus últimos óleos beben de la obra de autores como Francisco de Goya (1746– 1828) y Édouard Manet (1832–1883), a la que Jungwirth infunde su personal vocabulario artístico, distanciándose así radicalmente de las fuentes originales.

Manet, figura clave a la hora de conectar la pintura canónica con los movimientos artísticos de las vanguardias, rechazó los convencionalismos tradicionales, incorporando temas procedentes de la vida moderna en innovadoras composiciones. La serie de Jungwirth inspirada en la obra de Manet Manojo de espárragos (1880) explora la materialidad de la pintura y, con una escueta aunque precisa aplicación del óleo, logra un armonioso equilibrio entre la pintura y el espacio en blanco. Este planteamiento tiene como fruto una serie de tres cuadros en los que Jungwirth reinventa el motivo del espárrago manteniendo una cualidad abierta y etérea, con el empleo únicamente de elementos esenciales.

 
El trabajo de Jungwirth con el óleo es buen ejemplo de las características que definen este medio: sus ricas texturas, su lento secado que permite realizar meticulosas mezclas y la versatilidad en la manera de emplearlo para lograr desde finas veladuras hasta densos empastes. Jungwirth recurre a soportes no convencionales, como el papel marrón, que luego monta sobre lienzo, subrayando así su naturaleza experimental. En su exploración, va más allá de los propios materiales, englobando asimismo su tratamiento de los temas, en los que combina abstracción y realismo, sin revelar explícitamente el origen de las imágenes.

Los cuadros de Jungwirth se mueven entre la abstracción y el realismo, el gesto y el espacio, sintetizando la elusiva esencia de la realidad. Su innovador uso del óleo en diferentes soportes y su capacidad para equilibrar lo gestual con el espacio vacío evidencian una liberadora implicación con las posibilidades que ofrecen los temas y los materiales.

En 2021 Marta Jungwirth acomete una serie inspirada en Francisco de Goya (1746–1828), artista cuyo trabajo refleja la agitada historia de España y constituye un penetrante análisis del sufrimiento, la injusticia social y la psique humana. La perspicaz mirada del maestro sobre una nación que oscila entre la vieja tradición y la incipiente modernidad, así como su compromiso con los ideales de la Ilustración frente a la superstición, resuenan intensamente en Jungwirth en conexión con los turbulentos acontecimientos sociales contemporáneos. Goya pasó de ser pintor de la corte a abordar temas de mayor calado, forjando un repertorio de motivos metafóricos, como brujas y demonios, para criticar la violencia, la ignorancia y la superchería. Sus obras, incluidas las representaciones de las majas, llenas de matices, y las oscuras e introspectivas Pinturas negras, exploran las profundidades de la naturaleza humana y cómo la sociedad contempla el género y la clase.

En sus pinturas, Jungwirth sintoniza con las preocupaciones temáticas y la audacia estilística de Goya, adoptando un planteamiento minimalista que reduce las imágenes a líneas y gestos esenciales. Sus interpretaciones conservan el vocabulario simbólico del pintor y abordan la misma temática de la fragilidad humana y la crítica social. En particular, las reflexiones de Jungwirth sobre las Pinturas negras del maestro, como Perro semihundido (1820–23), sugieren que ambos comparten un cierto enfoque sobre la mortalidad y los aspectos más sombríos de la condición humana. Haciendo gala de una sensibilidad contemporánea, el trabajo de Jungwirth dialoga con el de Goya y presenta una estética depurada que captura la esencia de la imagen al tiempo que mantiene la singular voz artística de su autora. Esta serie no solo rinde tributo al ingenio de Goya, sino que también aborda su indagación en torno a las complejidades del ser humano y la inexorable presencia de la muerte, subrayando la relevancia intemporal de su legado.