El 16 de agosto de 1965, en su ascensión al volcán Estrómboli, Giovanni Anselmo se dio cuenta de cómo su sombra se había desvanecido al proyectarse en el aire al amanecer. Esta experiencia afectó profundamente al artista, que a partir de entonces buscaría el modo de dedicar su obra a la indagación acerca de la energía.
A mediados de los años sesenta, Anselmo comienza a cuestionar las convenciones artísticas de la pintura y la escultura, así como la representación tradicional del paisaje, y propone una serie de obras abiertas que presentan de manera activa y perceptible las energías que nos rodean y las fuerzas y dinámicas que gobiernan el universo.
Desde siempre hay en mi trabajo un impulso de ampliar el campo visual, de no dar por concluida la experiencia artística, la obra, en el interior del espacio de la galería, sino, más bien, de relacionarla con el mundo exterior, el mundo donde vivimos nuestro día a día. —Giovanni Anselmo