El padre de Alberto, Giovanni Giacometti, reconocido pintor y grabador neoimpresionista suizo, transformó el antiguo establo contiguo a la casa familiar, en el valle de Bergalia, en un estudio que compartió con su hijo durante su infancia y adolescencia. A su fallecimiento, Alberto ocuparía aquel lugar y, aunque entonces ya residía en París, regresaría allí todos los veranos para visitar a su madre y demás familiares. Ocasionalmente, también acudía a Stampa en invierno. Las dimensiones, la luminosidad, la comodidad y el orden de este taller contrastaban con el espacio minúsculo, gris, pobre y abigarrado del estudio de París.
Entre las paredes de madera de pino del taller de Stampa, Giacometti se centró en el dibujo y la pintura, aunque también realizó esculturas con yeso y arcilla. A través de sus ventanas, el artista podía ver las imponentes montañas y los frondosos paisajes de valle de Bergalia, que solía dibujar y pintar, prestando especial atención a los árboles, en cuyas formas encontraba grandes semejanzas con la figura humana.
Allí, en la década de 1940, Giacometti comenzó a retratar con regularidad a su madre, Annetta, una mujer de fuerte personalidad. También Annette Arm, con quien el artista contrajo matrimonio en 1949, se convertiría en su modelo habitual y posaría pacientemente durante horas, tanto en el salón de la casa familiar y en el taller de Stampa como en los distintos lugares a los que acompañaría al escultor.
Giacometti era muy meticuloso a la hora de ejecutar su trabajo con respecto a la posición de cada persona retratada y a la distancia mantenida entre artista y modelo. Así, el suelo del taller de Stampa estaba lleno de marcas, que nunca se retiraban, señalando la posición exacta de las patas de la silla de cada modelo, de su taburete y del caballete, que garantizaban que en los días sucesivos, o al año siguiente, si el artista no había concluido el trabajo durante su estancia, pudiera retomarlo a la misma distancia y en idéntica posición.
El estudio de Stampa resulta especial por tratarse de un ámbito a la vez artístico y familiar, que padre e hijo compartieron durante años y al que el artista regresó posteriormente para visitar a su madre y continuar su labor creativa. Entre las obras que allí realizó, destacan algunas de sus pinturas grises. “Si veo en gris, y en ese gris la multiplicidad de todos los colores que experimento y desearía reproducir, ¿por qué entonces emplear otro color?”, afirmó el artista.
Alberto Giacometti pintando un retrato de su mujer Annette en su estudio de Stampa, 1954
Foto Ernst Scheidegger
© Ernst Scheidegger
Collection Fondation Giacometti, Paris