Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945 el mundo quedó dividido en dos bloques opuestos: el occidental, liderado por EE. UU., que defendía un sistema político democrático, una economía capitalista y una ideología liberal; y el bloque comunista, liderado por la Unión Soviética, que apostaba por un sistema político, social y económico basado en la propiedad colectiva. Las profundas diferencias entre ambos se hicieron insostenibles una vez terminada la guerra, y en 1947 comenzó un nuevo conflicto de orden mundial, la Guerra Fría (1947–1991) entre EE. UU. y la Unión Soviética.
El potencial armamentístico nuclear de EE. UU. y de la U.R.S.S. impidió que la confrontación se librara militarmente, al menos directamente, a fin de evitar un holocausto nuclear. Por ello, el conflicto se trasladó al plano político, económico, cultural y propagandístico.
Bomba de hidrógeno, 1952. Imagen de un ensayo termonuclear realizado por EE. UU. en la isla de Elugelab, en las Islas Marshall.
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