Un lugar solitario
“El Japón de posguerra se caracterizó por el crecimiento económico. Como mis padres trabajaban y mis dos hermanos son mucho mayores que yo, me pasaba todo el tiempo solo en casa; no tenía mucho en común con ellos. No importaba si me rebelaba o no: nadie se habría enterado. No tenían ni idea de cómo era yo en realidad. Me encantaban la música y las chicas. Me sentía totalmente libre..., pero también abandonado”.
Yoshitomo Nara
Yoshitomo Nara nació en el seno de una familia de clase trabajadora que vivía en una zona semirrural de Hirosaki. Su casa estaba situada en lo alto de una colina, rodeada de pomares y verdes prados. Creció durante los años que constituyeron lo que hoy conocemos como el “milagro económico japonés”, un contexto que motivaba que sus padres trabajaran hasta tarde fuera de casa. Al no haber más niños de su edad en su entorno, Nara pasaba mucho tiempo solo; desde muy pequeño hizo gala de una gran imaginación y creatividad, le gustaba dibujar y creaba viñetas ilustradas de sus aventuras con un gato que era su mascota. Nara únicamente contaba con la compañía del gato y de otros animales del vecindario, y escuchaba música en una radio que él mismo había construido.
La radio amplió su universo, introduciéndolo en la música, que habría de convertirse en una de las principales obsesiones de su vida, piedra angular de su creatividad y de la evolución de su obra. Escuchaba la emisora Far East Network (FEN), que daba servicio principalmente a las fuerzas armadas estadounidenses destinadas en Japón durante la guerra de Vietnam. En la FEN emitían música blues norteamericana; melodías de aire introspectivo y melancólico; canciones folk de cantautores estadounidenses como Bob Dylan, con su mensaje disidente y antibelicista y su apoyo al movimiento por los derechos civiles; y folk independiente de Inglaterra e Irlanda. Como no entendía las letras en otros idiomas, Nara percibía el sonido de una manera sensorial. Combinando esa respuesta instintiva con lo que infería a partir de las portadas de los discos, concebía la música de una forma particular, revistiéndola de sus propias emociones. La música le resultaba liberadora y le infundió un mayor respeto por la humanidad y lo comunitario.
Durante su infancia y juventud, Nara no aspiraba a ser artista. Aunque en un principio se planteó estudiar Literatura, quienes se habían percatado de sus dotes para el dibujo lo animaron a que se matriculara en Bellas Artes. En 1979 ingresó en la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad de Arte Musashino, entidad privada situada a las afueras de Tokio, pero dos años más tarde, debido al coste más económico de la matrícula, se cambió a la Universidad de las Artes de la Prefectura de Aichi, más próxima a Nagoya. Allí se incorporó al Departamento de Pintura al Óleo y, tras graduarse en 1985, continuó cursando un máster.