Pensar en silencio

“Sigo intentando desentrañar el sentido de la vida”.

Yoshitomo Nara

Con frecuencia, Nara ha situado sus figuras infantiles dentro de objetos, como cajas y casas, que simbolizan cobijo y protección. En 1995, creó Niños en tazas (Cup Kids), una instalación escultórica de gran escala realizada en plástico reforzado con fibra (PRF) pintado. En cada una de las siete gigantescas tazas de té japonesas que la componen, un niño se sumerge hasta la cintura en el líquido contenido. Algunos tienen los ojos abiertos y otros, cerrados; su cabello y su ropa es de colores. Las enormes tazas de té están dispuestas en círculo, lo que nos trae a la memoria recuerdos de infancia: aquellas atracciones de feria en las que los niños se sientan en el interior de tazas giratorias.

El uso que Nara hace de la taza de té —un objeto común, cotidiano— le permite crear un lugar seguro y combinarlo con otro de sus temas habituales, el charco, que nos brinda un pasadizo hacia un ámbito comunitario, un camino para escapar del aislamiento. Los temas de Nara hunden sus raíces en una infancia emocionalmente compleja, pero sus imágenes no son solamente un reflejo de su vida interior, sino que el artista pretende que los espectadores interaccionen con ellas según su propio bagaje.

En 1999, Nara desarrolló la iconografía de la taza de té en un grupo de obras titulado Silencio, silencio (Quiet, Quiet). Al eliminar todo rastro de color, salvo el verdeceledón de las tazas, la fibra de vidrio blanca recupera la larga tradición de la porcelana japonesa, un tipo de cerámica dura pero delicada. En esas esculturas, los niños quedan reducidos a simples cabezas, apiladas en vertical sobre un único muchacho sumergido. Sus ojos cerrados, junto con el título, podrían sugerir que están durmiendo, pero en realidad necesitan silencio para la contemplación: se trata de un estudio de la intimidad.

Silencio, silencio dio lugar a la monumental escultura motorizada Fuente de vida (Fountain of Life, 2001/2014/2022): dentro de una taza de té tradicional, varios niños portan gorritos con orejas de oveja, irradiando la inocencia de corderitos. Una vez más, sus ojos están cerrados y su apariencia es serena, pero de ellos brota agua que se vierte en la taza: es una fuente de lágrimas, un flujo constante y dinámico de tristeza, tangible e interminable. En lugar de ofrecernos una alentadora y alegre fuente de la eterna juventud, Fuente de vida parece augurar una perspectiva de futuro inquietante y desoladora.

Pero Nara no cierra la puerta a la esperanza. Durante la pandemia de la COVID-19, pintó En el agua rosada (In the Pink Water, 2020) para la portada del álbum Survive de G. Yoko, una cantautora de la isla Ishigaki, en Okinawa, la prefectura más meridional de Japón. Nara capta la esencia de las melodías isleñas de Yoko; la joven con los ojos cerrados que sostiene una margarita en sus manos destila paz y serenidad. Está sola en el agua rosada, que Nara describe como un río, pero no evoca las aguas solitarias y profundas de otras obras. En su lugar, en una época en la que el aislamiento forzoso se hizo realidad, la niña parece feliz en su propia compañía y el río sugiere purificación y renacimiento.