La Fuerza de la Vida
“Pero cuando me enfrento a un lienzo nuevo, todos esos problemas se esfuman como la niebla y me encuentro totalmente inmersa en la pintura. La vida cotidiana es más que suficiente para aportar vitalidad a la obra, y antes de darme cuenta, el cuadro ya me ha transformado”.
Hacia 1988, el arte y la psique de Kusama experimentan un cambio importante. Con la llegada del ansiado y merecido reconocimiento público, tanto de sus exposiciones internacionales como de sus publicaciones, elogiadas en los círculos literarios de la vanguardia, el poder sanador del arte y la celebración de la vida se convierten en los temas centrales de su producción. Como afirmó en 1999, Kusama llegó a creer que su función consistía en transformar su sufrimiento a través del arte “para la sanación de toda la humanidad”. En el nuevo milenio, Kusama quiere amplificar este mensaje. Por ello, las coloridas pinturas y esculturas de una de sus últimas series, Mi alma eterna (2009–) y Ruego todos los días por el amor (2021–hoy), suponen, tal vez, la culminación de este compromiso.