Expresionismos. Hacia las Constelaciones. Pinturas blancas de 1945
En la década de 1930, el expresionismo se convierte en característica dominante de la obra de Miró. Muchas creaciones de esa época muestran formas distorsionadas en espacios ambiguos, probablemente reflejando la ansiedad del artista por la situación política en el mundo. En su serie de pinturas sobre masonita, Miró aprovecha la textura terrosa del material, sobre el que superpone trazos negros y manchas de color, usando elementos de riqueza táctil, como el alquitrán, la grava o la arena.
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Miró —exiliado en París— se traslada a Varengeville-sur-Mer (Normandía), donde le encargan pintar un mural. Allí, además de los pequeños paisajes titulados El vuelo del pájaro sobre la llanura, comenzaría sus Constelaciones (1940–41): “Después de pintar, mojaba mis pinceles en aguarrás y los secaba sobre hojas blancas de papel, sin seguir ideas preconcebidas. La superficie manchada me estimulaba y provocaba el nacimiento de formas, figuras humanas, animales, estrellas, el cielo, el sol y la luna...”. Miró acabaría la serie en Mallorca, donde se instaló con su familia huyendo de la guerra. Estas obras son la culminación del potencial del lenguaje de signos ideado por el artista.
Miró estuvo un tiempo sin crear después de las Constelaciones, hasta 1945, cuando realiza una serie de pinturas de gran formato sobre fondo blanco en las que despliega de nuevo su lenguaje sígnico y en cuyos títulos suele aparecer la palabra “noche”.