Dulce borde
Sala 206
El borde se puede entender como la delimitación de las cosas, una interrupción entre un cuerpo y otro. Pero el borde no es un límite inamovible, sino una línea permeable: es precisamente en los bordes donde se encuentra la vida, donde confluye la organicidad de los cuerpos. El borde entraña su propia disolución y pone en contacto todas las cosas, posibilitando la comunicación, lo conecta todo.
En la profundidad del bosque, bajo las luces y sombras que se filtran entre las copas de los árboles, en las infinitas tonalidades del verde, los límites de las cosas, los bordes, prácticamente se confunden. El artista "construye" aquí su propio bosque, en el que un horizonte de poliamida tamiza la luz. En ciertas zonas, este tejido cae debido al peso de las especias aromáticas de su interior. Como seres que habitan este bosque, conviven en este espacio concebido para la contemplación las piezas Copulonia (2013), Labioides (Lipzoids, 2013) y Reunión de ovoides (The Ovaloid's Meeting, 1998).
"Mi trabajo quiere crear una conexión continua entre el cuerpo y el paisaje. Nosotros mismos en nuestro interior somos un bosque compuesto por tres billones de células, que a su vez conviven con bacterias necesarias para que nuestro organismo funcione". Neto subraya de esta manera la convivencia, la necesidad del otro para vivir, para sobrevivir.
La disposición de la sala hace referencia a los huni kuin, pueblo chamánico del norte de Brasil que utiliza sus conocimientos ancestrales para practicar rituales que buscan la conexión directa con la naturaleza. En este espacio del Museo se incluye fuegoSagrado dibujoQuemado (fogoSagrado desenhoQueimado, 2013), una obra compuesta de casi cien velas, cada una de las cuales se irá encendiendo cada día. Cuando todas se hayan derretido, sus restos configurarán un dibujo.