Cultura visual e identidad
En Holanda, la cultura visual era fundamental en la vida de la sociedad. Podríamos decir que la vista fue un medio primordial de autorrepresentación y la cultura visual un modo primordial de autoconsciencia.1
En 1609, con el inicio de la Tregua de los Doce Años, España puso fin de manera temporal a las hostilidades de la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) en la que estaba inmersa con los Países Bajos. Las recientemente constituidas Provincias Unidas del norte (cuya independencia fue declarada en 1581, pero su nombramiento oficial como República no llegaría hasta que con la Paz de Westfalia se firmara el fin de la guerra) se transformaron en un boyante núcleo comercial, literario, de desarrollo científico y migratorio para aquellos que llegaban en busca de la tolerancia que prometía la nueva nación protestante. Al sur, las provincias más meridionales, siguieron bajo dominio español y quedaron en manos de la aristocracia católica.
A lo largo del siglo XVII, las Provincias Unidas del norte vivieron un período de esplendor comercial, científico y artístico, de reconimiento internacional, en el que los holandeses desarrollaron su identidad y orgullo nacional. Este período histórico fue conocido como la Edad de Oro.
La República de las Siete Provincias Unidas del norte destacó porque en ella floreció la cultura visual que expresaba y reforzaba sus nuevas creencias y aspiraciones comunitarias. Se multiplicaron los objetos artesanales que contenían información visual, no solo textual, tales como tapices, manteles, libros, azulejos, así como mapas y atlas que se crearon y difundieron con profusión2.
El mercado de la pintura prosperó con rapidez. En lugar de depender de los encargos de la iglesia o de la corte, los artistas formaban parte de gremios que vendían sus obras a la floreciente clase media, que en aquel momento disponía de más dinero del que bastaba para cubrir sus necesidades. Los paisajes, las naturalezas muertas y las pinturas de género que mostraban la vida cotidiana de los ciudadanos holandeses colgaban de las paredes de casas y negocios modestos. Un ciudadano adinerado podía ser propietario de diez o quince cuadros, así como de grabados y mapas, pero incluso los panaderos y zapateros de clase media poseían arte3. A medida que los ciudadanos se enriquecían, aumentaba el tamaño de los lienzos, y algunos eran adquiridos como inversiones. Aunque gran parte de la cultura visual era de naturaleza científica, una porción aún mayor seguía siendo religiosa, pero en vez de mostrar escenas de la Biblia, los artistas holandeses representaron escenarios cotidianos para trasladar una moral y unos valores, ejemplificando la práctica de una correcta vida protestante. A excepción de retratos, rara vez se encargaban pinturas. La mayoría de los artistas vendían el repertorio de su estudio, en alguna ocasión a trueque4. Los pintores holandeses prestaban especial atención al detalle, como si las pinturas fueran documentación científica (y, a veces, así era). Los artistas eran fieles a la naturaleza por encima de la experimentación con materiales o estilos pictóricos.
El geógrafo (1669) de Jan Vermeer van Delft (1632-1675) es un ejemplo de esa minuciosidad. La estancia que muestra la pintura está repleta de detalles que describen el entorno de un geógrafo: mapas, un globo terráqueo sobre el armario, un compás en la mano, volúmenes dedicados al univesro y un libro más sobre el que se apoya el protagonista. Las pinceladas son apenas perceptibles, los detalles rigurosos5. La obra se ha interpretado como una analogía de la vida de un pintor, ya que un artista tiene que prestar atención a la precisión de la perspectiva, pero también inspirarse en la naturaleza y, por ello, el geógrafo levanta la vista de los mapas que está estudiando y mira a través de la ventana6. Así mismo, puede interpretarse como una expresión de la nueva identidad de las provincias septentrionales: el geógrafo es un científico, cualificado, cultivado e interesado tanto en la cultura visual como en el paisaje de su recién independizado país.
Notas:
1 Alpers, Svetlana, El arte de describir: el arte holandés en el siglo XVII, Hermann Blume, Madrid, 1987, pág. 28. 2 Ibid., págs. 28-29.
3 Brenner, Carla, Riddell, Jennifer y Moore, Barbara. Painting in the Dutch Golden Age: A Profile of the Seventeenth Century, National Gallery of Art, Washington, D. C., 2007, pág. 32. Disponible en: www.nga.gov/education/classroom/dutch/dutch_painting.pdf (último acceso: 16 agosto de 2010).
4 Ibid., pág., 39.
5 Alpers, op. cit., págs. 65-66.
6 Vínculo Städel Museum: www.staedelmuseum.de/sm/index.php?StoryID=1&websiteLang=en
Preguntas
- Pida a sus alumnos que observen El geógrafo de Vermeer sin decirles el título. Rételes a que describan cuantos objetos encuentren. ¿Qué tienen en común esos objetos?
- Entre todos deben describir al hombre de la pintura. ¿Cómo viste? ¿Qué hace? Evalúen su postura, su mirada y su expresión facial. Después de todas esas observaciones, ¿pueden adivinar su profesión?
- Dígales el título y que el geógrafo es un científico que estudia el entorno físico terrestre y el hábitat humano. ¿Qué creen que Vermeer quería transmitir sobre el trabajo de un geógrafo? Algunos creen que el geógrafo de la obra es una analogía del propio artista. Comparen un geógrafo con un pintor.
- Dígales que el arte ocupaba un lugar significativo en la vida diaria de los ciudadanos holandeses del siglo XVII . Incluso la gente modesta compraba arte y lo colgaba en las paredes de su casa. Hoy en día. ¿qué papel juega el arte en nuestra vida? ¿Cómo lo consumimos?
- Reflexionen y debatan sobre a esta cita: Desde el punto de vista de su consumo, el arte tal como lo entendemos en nuestro tiempo empezó en muchos aspectos con el arte holandés. Su papel social no era muy distinto del que tiene hoy (…).7
Notas:
7. Alpers, op. cit., pág. 23.